Por Luis Flores Quintana, sacerdote diocesano.
En el año 2003 la UNESCO llamó a preservar el patrimonio cultural inmaterial y esto se concretó en acuerdos que Chile adhirió y ratificó en los años 2008 y 2009. Se entiende por patrimonio cultural inmaterial aquellas manifestaciones culturales que no son inmuebles ni estructuras físicas, sino modos, costumbres o expresiones que un grupo o naciones las considera parte de su identidad, cultura y patrimonio. Entre esas expresiones están los ritos y las festividades que, sin nombrarlas, hacen alusión a las creencias y expresiones religiosas, sin importar su denominación. Lo único que limita la consideración de patrimonio cultural inmaterial es que debe que ser algo que esté acorde con el respeto a la dignidad humana y sus derechos.
En Chile contamos con una gran riqueza de este tipo de patrimonio, desde las tradiciones orales de Rapa Nui, los dulces de La Ligua, la artesanía de Quinchamalí y otras, como los bailes chinos en la fiesta de La Tirana, la Fiesta de Cuasimodo, los Fiscales de Chiloé que son, claramente, expresiones religiosas, aunque podríamos citar otros.
Ahora bien, cuando la sociedad cuida y promueve su patrimonio, reconoce su historia, los valores diferentes y es capaz de agradecer aquello que recibe como herencia de sus ancestros. Y cuando se trata del patrimonio cultural inmaterial adquiere mayor importancia, porque nos conecta con una realidad difícil de expresar y cultivar, nos conecta con el espíritu humano.
Nuestra sociedad necesita conectarse y valorar algo propio y esencial a la condición humana, su condición espiritual. No hacerlo es reducirnos, peor aún, es desconocer valores como la belleza, las artes y la unidad. De hecho, la fealdad y la dispersión nos perturban e incomodan. De ahí el gran servicio que pueden entregar a la sociedad los grupos que transmiten el patrimonio inmaterial y, de modo especial, aquellos grupos que traspasan de generación en generación ritos y festividades que conectan con la trascendencia.
Cuando cada último domingo de mayo conmemoramos el Día del Patrimonio Cultural Nacional, no podemos olvidar lo que recibimos de nuestros padres y abuelos; lo más valioso no son las cosas, sino aquello inmaterial que nos conecta con lo divino y con la Fe.