Por Hna. Marta García, para Diario Crónica Chillán.
Recibía un meme de felicitación para el año nuevo 2022, en el que, en la imagen, se ve el número del año llegando y abriendo una puerta, mientras que, a la vuelta de la esquina, había un grupo de personas diciendo con asombro a ver qué nos trae este ahora… Después de los dos años transcurridos, con toda la carga que trajeron en los diferentes ámbitos sociales, políticos, sanitarios… casi da miedo pensar en otro año nuevo con todas las posibilidades y acontecimientos que se pueden dar. Sólo con la pandemia que aún vivimos, ya habría suficiente motivo para alarmarse ante un nuevo abanico de opciones por descubrir.
Pero nada más comenzar el año, el primer domingo, celebramos la fiesta de la Epifanía, la manifestación de Jesús a los pueblos gentiles, a todos los que no pertenecemos al pueblo judío, la adoración de los tres Reyes llegados de tierras lejanas, que descubren en ese Niño, la promesa realizada de la salvación de Dios, su presencia, entrada, actuación, en este mundo nuestro, dándose a conocer a todos los que quieran recibirlo.
Y es un texto muy inspirador para lo que estamos viviendo como sociedad, como discípulos misioneros de Jesús en este lugar del mundo y en cualquier otro, y seguro que también para otra índole de situaciones y aspectos.
Los Reyes buscan señales, signos que les hagan descubrir el camino que lleva a Dios, a su presencia en medio de la realidad. Y además aparecen dialogando con muchas personas, con Herodes, con aquellos aldeanos que los orientan… Y gracias a todo pudieron dirigir sus pasos, y ser testigos de que Dios no entiende de fronteras, razas ni colores…
En el diario vivir vamos buscando esa luz que guía, la que nos permite averiguar dónde su origen. Que haya luz, nos posibilita saber que hay un sol, un foco o una estrella que lo origina. A comienzos de este nuevo año, hemos de ser capaces de descubrir las luces, las señales que nos indican cuál es el camino, cuál la forma de descubrirlo presente en medio de nuestras realidades, a veces tan amenazantes, para poder seguirlo y hacerlo presente. Todo aquel que deja transparentar en su vida el amor de Dios que recibe, se convierte en luz y testigo. Incluso aunque no le dé el nombre de Dios, o de Jesús… como nos recuerda el Concilio Vaticano II, son semillas del Verbo, de la Palabra, de su Espíritu, de Dios… en lo bueno, lo positivo, lo saludable, lo esperanzador, lo acogedor, lo tierno… está Él actuando y guiando nuestros pasos.
Además, en este año podemos establecer muchos diálogos, si lo miramos desde una perspectiva global o general, podemos ver los diversos y numerosos procesos abiertos, en la sociedad y también en nuestra Iglesia, quizás cada uno pueda añadir lo que se va dando en lo personal. Una nueva Constitución que está naciendo de las conversaciones de unos representantes, y que luego se someterá a una votación o diálogo de todos, un proceso de escucha dentro de la Iglesia Chilena que se viene dando desde situación de petición de perdón y deseo de conversión por los abusos y errores acontecidos al interior de misma, y este nuevo tiempo de escucha y preparación para el Sínodo de los Obispos, a través del cual, buscamos actualizarnos y dar respuestas válidas para el ser humano de nuestro tiempo, porque queremos seguir siendo Buena Noticia, queremos seguir siendo luz que lleve a encontrar al Niño Jesús.
A los Magos les supuso estudio, esfuerzo, constancia, y paciencia llegar a descubrir la estrella, también, mucha escucha, incluso de los que no tenían tan buenas intenciones como Herodes, pero lo bueno y menos bueno, les acabó mostrando el camino, llegaron a Jesús. Este año vamos a necesitar de toda esa búsqueda y diálogo, con todos los elementos que requieren y que hemos mencionado, para descubrir a Dios. El 2022, no asusta si en lugar de esperarlo escondidos a la vuelta de una esquina, por lo que traerá, lo salimos a encontrar con los cofres llenos de diálogo, escucha y amor por los hermanos. Entonces, feliz también el 2022.