Celebrar en familia el Día del Señor. IV Domingo de Cuaresma
La difícil situación sanitaria, que estamos viviendo, no nos permite participar en la celebración eucarística del domingo. El presente material queremos que sea un ayuda para un momento de oración en familia, en comunión con toda la Iglesia.
Sugerimos buscar un lugar del hogar que permita orar juntos, donde sea posible en torno a un “altar familiar”, con la imagen del Crucifijo, de la Virgen María, una Biblia abierta, y un cirio encendido.
Cada familia puede adaptar el presente esquema según sus necesidades. La oración es guiada (G) por la mamá, o el papá, o quien hace de cabeza de familia.
Siglas: G= Guía; L= Lector; T= Todos.
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G. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
R. Amén.
G. Dios, Padre de bondad y misericordia, nos conceda estar en comunión los unos con los otros, con la fuerza del Espíritu Santo, en Cristo Jesús, nuestro hermano.
T. Bendito sea el Señor.
G. Este domingo IV de Cuaresma, es distinto este año. No podemos encontrarnos para la celebración de la Eucaristía, o para otros momentos de oración con la comunidad. Pero no debemos estar tristes, porque caminamos hacia la Pascua, que es vida resucitada, promesa de esperanza para todos. Escuchemos hoy la Palabra de Jesús, luz del mundo, para seguirlo cada día con fe, esperanza y amor.
Oremos juntos con el salmo 22
R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo. R.
G. Escuchemos el evangelio de este domingo.
L. Del evangelio según san Juan (9, 1.6-9.13-17. 34-38)
Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa «Enviado.»
El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: «¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?»
Unos opinaban: «Es el mismo.» «No, respondían otros, es uno que se le parece.»
Él decía: «Soy realmente yo.»
El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. Él les respondió: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»
Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?» Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?» El hombre respondió: «Es un profeta.»
Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?» Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?» El respondió: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te está hablando.» Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante él.
Palabra del Señor.
Qué significa tener la verdadera luz, caminar en la luz? Significa ante todo abandonar las luces falsas: la luz fría y fatua del prejuicio contra los demás, porque el prejuicio distorsiona la realidad y nos carga de rechazo contra quienes juzgamos sin misericordia y condenamos sin apelo. ¡Este es el pan de todos los días! Cuando se chismorrea sobre los demás, no se camina en la luz, se camina en las sombras. Otra falsa luz, porque es seductora y ambigua, es la del interés personal: si valoramos hombres y cosas en base al criterio de nuestra utilidad, de nuestro placer, de nuestro prestigio, no somos fi eles la verdad en las relaciones y en las situaciones. Si vamos por este camino del buscar solo el interés personal, caminamos en las sombras”.
(Papa Francisco, Angelus, 26 de marzo 2017)
G. Unámonos a toda la Iglesia, para proclamar nuestra fe:
T. Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.
G. El Señor Jesús, nos ha revelado el amor del Padre, por eso con toda confianza elevamos nuestra plegaria, que creemos Él acogerá con benevolencia.
Algunos presentes leen las invocaciones.
L. Para que la Iglesia sepa ser portadora para el mundo, de la luz de Cristo, dando testimonio de confianza en Dios, y en su amor; ¡Roguemos al Señor!
L. Para que quienes gobiernan las naciones, sepan discernir los mejores caminos para promover la dignidad de toda persona, especialmente de los más pobres y necesitados; ¡Roguemos al Señor!
L. Por todos aquellos que viven la enfermedad, especialmente quienes sufren el coronavirus, para que encuentren consuelo en la Palabra del evangelio, y en la cercanía y cuidado del personal de salud; ¡Roguemos al Señor!
L. Por aquellos que se sienten perdidos en la vida, o cansados de buscar la verdad, para que el Señor Jesús irrumpa en sus corazones, e ilumine su mentes, a fin de que puedan experimentar la alegría de ser cristianos; ¡Roguemos al Señor!
L. Por nosotros, para que caminemos por la vida sembrando obras de justicia, de paz, de caridad fraterna; ¡Roguemos al Señor!
G. Renovando nuestra confianza en Dios, y acompañando el sufrimiento de muchos, oramos según la enseñanza de Jesús:
T. Padre nuestro …
G: Al no poder recibir la comunión sacramental, oremos pidiendo el don del comunión espiritual:
Comunión Espiritual
T. Creo, Jesús mío,
que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.
G. Oh Dios, verdad luz de nuestra vida, en ti descubrimos la bondad y el amor; Tú Espíritu nos salve de la oscuridad del mal, para que podamos caminar como hijos de la luz, siguiendo a tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
G. Concede Dios Todopoderoso, tu bendición a nuestra familia, y danos la gracia de vivir alegres en la esperanza, fuertes en la tribulación, perseverantes en la oración, atentos a las necesidades de los demás, diligentes en el camino de conversión que estamos recorriendo en esta cuaresma.
G. Que Dios nos bendiga, en el Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
T. Amén.
G. Nos confiamos a la materna intercesión de la Virgen María:
T. Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
¡Oh Virgen gloriosa y bendita!
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