La difícil situación sanitaria, que estamos viviendo, no nos permite participar en la celebración eucarística del domingo.
Sugerimos buscar un lugar que permita orar juntos, donde sea posible en torno a un “altar familiar”, con la imagen del Crucifijo, de la Virgen María, una Biblia abierta, y un cirio encendido.
Cada familia puede adaptar el presente esquema según sus necesidades. La oración es guiada (G) por la mamá, o el papá, o quien hace de cabeza de familia.
Siglas: G= Guía; L= Lector; T= Todos.
†
G. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
R. Amén.
G. Dios, Padre de bondad y misericordia, nos conceda estar en comunión los unos con los otros, con la fuerza del Espíritu Santo, en Cristo Jesús, nuestro hermano.
T. Bendito sea el Señor.
G. Esta cerca la Pascua del Señor, nuestra Pascua. Este quinto domingo de cuaresma, escuchamos el relato de la resurrección de Lázaro, un texto marcado por el dolor y la conmoción, pero sobre todo marcado por la acción del Señor, que es vida, y llama a la vida.
En estos días, también nuestra vida parece sepultada, experimentamos temor, incertidumbre, “estamos encerrados”. Hoy, con su palabra, el Señor nos llama a la vida, y nos hace salir de la tumba, donde hemos sepultado confianza en él, nuestra capacidad de esperar y nuestra voluntad de amar.
Con nuestra oración familiar acompañamos a tantos hermanos que sufren, y a quienes sirven trabajando y haciendo posible el desarrollo de nuestra existencia.
Oremos juntos con el salmo 129:
R. En el Señor se encuentra la misericordia.
L. Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria. R.
L. Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido. R.
L. Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
Como el centinela espera la aurora,
espere Israel al Señor. R.
L. Porque en él se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
él redimirá a Israel
de todos sus pecados. R.
G. Escuchemos el evangelio de este domingo.
L. Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (11, 1-7. 20-27. 33b-45)
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas de Lázaro enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo.» Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que éste se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea.» Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.» Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.» Jesús, conmovido y turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?» Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás.» Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!» Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que Lázaro muriera?» Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: «Quiten la piedra.» Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto.» Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.» Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!» El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar.» Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.
Palabra del Señor.
La muerte en tiempos de Jesús como hoy, es un desafío a la razón y al corazón del hombre. Este pasaje de la Resurrección de Lázaro quiere darnos a los creyentes motivos para confiar, para esperar en Dios. Dijo san Pablo que si Cristo no hubiera resucitado nada tendría sentido. Nuestra vida se extinguiría sin más con nuestra muerte. Gracias a Dios, por la fe, sabemos que esto no es así.
En esta sociedad nuestra en la que se cuida tanto esta vida, por contrapartida se teme a la muerte. Incluso a veces se quiere ocultar o no hablar de ella. Nuestra fe nos pide que seamos también testigos esperanzados de la Resurrección. Esta vida es un regalo extraordinario de Dios. Pero un cristiano sabe que es ciudadano del cielo. Que allí, hacia Dios, nos encaminamos. Con nuestras dudas y miedos sí, pero con la esperanza que solo da la fe. |
G. Unámonos a toda la Iglesia, para proclamar nuestra fe:
T. Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.
G. El Señor nos dona su Espíritu y nos hace vivir. Confiémonos a Él con todo el corazón, presentémosle nuestra súplica, oremos diciendo: ¡Danos tu vida Señor!
L. En nuestra familia y en la Iglesia entera; ¡Danos tu vida Señor!
L. En los lugares donde se trabaja, y donde se pone en riesgo la vida; ¡Danos tu vida Señor!
L. En los lugares donde se nace, se sufre y se muere; ¡Danos tu vida Señor!
L. En la hora de la enfermedad y del dolor; ¡Danos tu vida Señor!
L. En la hora de nuestra muerte; ¡Danos tu vida Señor!
L. Tú, que haces pasar de la muerte a la vida, a quien escucha tu palabra; ¡Danos tu vida Señor!
L. Tú, que al tercer día te has levantado victorioso sobre la muerte; ¡Danos tu vida Señor!
G. Unidos entre nosotros, unidos a quienes se sienten cansados física o espiritualmente, a quienes viven el dolor y la tristeza de la muerte de un ser querido, elevamos a Dios Padre nuestra plegaria:
T. Padre nuestro …
G: Al no poder recibir la comunión sacramental, oremos pidiendo el don de la comunión espiritual:
Comunión Espiritual
T. Creo, Jesús mío,
que estás real
y verdaderamente en el cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte
dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente,
ven al menos
espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido,
me abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén.
G. Concede Dios Todopoderoso, tu bendición a nuestra familia, y danos la gracia de vivir alegres en la esperanza, fuertes en la tribulación, perseverantes en la oración, atentos a las necesidades de los demás, diligentes en el camino de conversión que estamos recorriendo en esta cuaresma.
G. Que Dios nos bendiga: el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo.
T. Amén.
G. Nos confiamos a la materna intercesión de la Virgen María:
T. Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
¡Oh Virgen gloriosa y bendita!
†
DOCUMENTO Celebrar en familia el Día del Señor. V Domingo Cuaresma