La difícil situación sanitaria, que estamos viviendo, no nos permite participar en la celebración eucarística del Jueves Santo.
Nos unimos en torno al altar familiar, con el crucifijo en el centro, un cirio encendido.
Cada familia puede adaptar el presente esquema según sus necesidades. La oración es guiada (G) por la mamá, o el papá, o quien hace de cabeza de familia.
Siglas: G= Guía; L= Lector; T= Todos.
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G. En esta tarde nos hemos reunido en torno a la cruz para recordar el gran misterio de la muerte de Cristo. Nuestro encuentro es para expresarle nuestro amor y gratitud por haber dado la vida por nosotros. (Hoy no se hace la señal de la cruz).
G. Oremos juntos con el salmo 30:
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
L. A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.
L. Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R.
L. Pero yo confío en ti, señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.
L. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R.
G. En este viernes santo, escuchemos y contemplemos la Pasión de Jesús.
La lectura del evangelio se puede hacer entre tres personas: Narrador (C), Personaje (S) y Cristo (+).
C: Pasión según san Juan
C: Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:
S. No escribas «El rey de los judíos» sino «Este ha dicho: Soy rey de los judíos».
C. Pilato les contestó:
S. Lo escrito, escrito está.
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. No la rasguemos, sino echemos a suertes a ver a quién le toca.
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.»
Esto hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María la de Cleofás, y María la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+. Mujer, ahí tienes a tu hijo.
C. Luego dijo al discípulo:
+. Ahí tienes a tu madre.
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+. Tengo sed.
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre dijo:
+.Está cumplido.
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu
(Se hace un momento de silencio y los que pueden se colocan de rodillas)
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»
Palabra del Señor.
Creemos en un Dios que conoce nuestra fragilidad “en carne propia”: lo que el Viernes Santo nos revela es el Misterio del Dios sufriente: cuando llevamos nuestros dolores y agobios en oración delante del Señor, lo hacemos sabiendo que Él murió en la Cruz. Podemos compartir ¿Qué sorpresas y buenas noticias nos ha transmitido el Señor en medio de este tiempo difícil que estamos viviendo?
Creemos en un Dios que convierte nuestra fragilidad en fortaleza: De todos los que seguían a Jesús, nadie queda junto a la cruz, sino los aparentemente más frágiles: la Madre, acompañando a su hijo en agonía, y el menor de los discípulos, el que Jesús amaba, sin embargo, ambos resisten, la Madre y el Discípulo están de pie, como de pie ha de estar la Iglesia que Jesús quiere fundar a partir de ellos, una Iglesia que encuentra su fuerza en Jesús Crucificado. En este momento de incertidumbre ¿Qué descubrimos cuando contemplamos la Cruz del Señor?
Creemos en un Dios que nos levanta y nos invita a caminar juntos: La Madre acoge al Discípulo como su hijo y éste se la lleva a vivir a su casa, ambos acogiendo el querer de Jesús encuentran su fortaleza en la fe y en la invitación del Señor a hacer juntos un caminar solidario, ¿Qué formas de acompañarnos y de ser solidarios unos con otros estamos encontrando, a pesar del distanciamiento social?
Compartir en familia
Adoración de la cruz
A continuación, la familia se dispone a la Adoración de la Cruz. Para eso, quien hace de cabeza de familia invita a hacer oración en un momento de silencio. Luego toma el crucifijo, lo levanta, y dice la siguiente antífona:
G. Este es el árbol de la Cruz,
donde estuvo suspendida la salvación del mundo
R. Vengan y adoremos.
El mayor de la familia toma la cruz y lo llevan a cada lugar de la casa. Comienza en la
puerta de la casa. Luego en la puerta de cada habitación repite la antífona:
G. Este es el árbol de la Cruz,
donde estuvo suspendida la salvación del mundo
R. Vengan y adoremos.
Al concluir todos vuelven al lugar inicial. Cada uno toca la cruz y se persigna, en señal de amor y gratitud. Se puede acompañar con un canto (Dios está aquí).
G. Recemos juntos: Padrenuestro que estás en el cielo…
G. Hoy es el único día del año en que no se celebra la misa. Sin embargo, en la liturgia de hoy se da la comunión. Nosotros hoy no podemos recibirla como lo hacemos habitualmente, pero queremos unirnos espiritualmente a ésta. Por eso rezamos juntos:
Quisiéramos, Señor,
recibirte con aquella pureza,
humildad y devoción
Con que te recibió María,
con el espíritu y fervor de los Santos.
Creemos firmemente que estás en la Eucaristía.
Da, y creemos que estás aquí con nosotros.
Queremos guardar y hacer vida
la Palabra que hoy hemos escuchado.
Ya que no podemos recibirte sacramentalmente,
ven espiritualmente a nuestro corazón.
Amén.
G. Gracias, Señor, por mostrarnos el extremo de tu amor por nosotros. Cuídanos y protégenos, especialmente a aquellos que sufren la enfermedad. Renueva nuestra esperanza y nuestra fe, y junto contigo haz que podamos pasar del dolor por la pandemia que vivimos, a la vida plena que tú nos ofreces.
Junto a la cruz de Jesús, estaba María, su Madre. A ella nos la ha dejado como nuestra madre, por nos confiamos a su materna intercesión diciendo:
Oh María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá.
Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección.
Amén.
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