Por Héctor aranda Mella, Obispado de Chillán
Para muchos este fin de año será diferente, ya que los acontecimientos del estallido social han provocado no sólo un despertar para la sociedad, que en el silencio ha venido acumulando injusticias y desencantos, y que pasan por la desigualdad y la iniquidad vivida por más de 30 años. Pero la sociedad ha despertado, y junto con ello las demandas sociales se han hecho presentes en todo ámbito, con el deseo y la esperanza que todo puede cambiar para mejor.
Pero bien sabemos que no todo ha sido perfecto, ya que aún existen personas que se han aprovechado de esta situación y han provocado desordenes y destrucción lo que ha significado dolor, tristeza y desesperanza para muchos de nuestros compatriotas.
Al mismo tiempo la Iglesia no ha querido estar ausente ante estas demandas y gritos de la sociedad, y aunque muchos aún no comprendan la forma como la Iglesia ha ido respondiendo a ella, sabemos bien que desde el mismo dolor nuestra Iglesia ha tratado de ir acompañando por medio de la oración y poniendo como centro a Dios que hace mucha falta en la vida de cada persona y más aún en nuestra sociedad.
La Virgen María ha sido siempre, desde el inicio de la independencia y hasta nuestros días, esa mujer que siempre encanta y atrae el corazón de cada chileno, quién fervientemente se encomienda para su protección y es presentada como modelo de fe y de esperanza para nuestro pueblo. María nuestra Madre siempre nos ha acompañado y hoy no ha querido estar ausente, más aún cuando toda la Iglesia finaliza el Mes de María y sale a las calles para confiar “lo que somos y tenemos: nuestros hogares, escuelas y oficinas; nuestras fábricas, estadios y rutas; el campo, las pampas, las minas y el mar”, y con ello consagrar a nuestro país a quien es y preside en nuestra bandera como la estrella que ilumina y acompaña nuestros caminar.
La invitación es a poner a Dios en el centro de nuestra vida y de nuestra historia, sin Dios difícilmente podremos caminar con tranquilidad en tiempos de crisis, ya que Él es el único que puede guiar con claridad este camino sinuoso y áspero, en donde cada hombre y mujer deba abrir más su corazón y su mente para no caer en la inseguridad. No podemos permitir que sea la desesperanza la que nos digan cómo vivir nuestra vida, dejemos que María Nuestra Madre nos acompañe este día y pongámonos en camino para que siempre sea Ella el modelo de esperanza que nuestro Chile necesita.