Por Paulina Benavente, psicóloga.
Este mes de septiembre es un tiempo precioso y preciso para reflexionar acerca de la patria que hemos construido. Paradójicamente uno de los aspectos positivos de la cuarentena, es que nos permite mirar con mayor detenimiento lo que nos rodea, pues el “confinamiento” nos enfrenta con lo cotidiano de forma obligatoria. Debo reconocer eso sí, cierto desconsuelo. Parece que no aprendemos, parece que la irracionalidad se ha tomado la conciencia colectiva y la ha ido triturando y diseccionando de modo que nos ha empujado hacia una apreciación dicotómica de la realidad construida. Chile nuevamente se divide entre “buenos y malos”. En extremos que validan todo cuando se trata de sí mismos o de sus ideas, practicando una intolerancia oportunista para juzgar a los otros. Discursos retorcidos y cargados de ambigüedad ante el mal, que justifican y dan pie a un ambiente social cargado de desconfianza ante todo lo que emane de cualquier tipo de autoridad. Políticos acusando por ejemplo a los camioneros de usar el chantaje y la violencia para conseguir sus demandas, pero validando expresiones de violencia, horror y terror ante los requerimientos de otros.
La violencia, el chantaje y el uso de la fuerza ilegítima es condenable venga de donde venga, no se puede hablar de justicia y paz golpeando al otro que piensa distinto o tratando de aniquilar las ideas por medio de la destrucción de lo que nos pertenece a todos. Este discurso está secuestrando la paz de nuestra patria, y la pasividad de quienes observamos el acontecer se vuelve cómplice de esto. No se trata de votar apruebo o rechazo en el próximo plebiscito pues ambas posturas son expresión de un anhelo que en si mismo no es mejor uno de otro, se trata de ser capaces de construir un país donde quepamos todos y podamos expresar nuestras diferencias sin totalitarismos; sin negar a los otros y sus necesidades, sin obviar las opiniones distintas ni hacer caricaturas de estas.
Ante el peligro que vivimos no podemos callarnos quienes creemos en Cristo y nos declaramos seguidores suyos, pues con nuestro silencio también estamos contribuyendo a este clima. Es el momento de expresarnos, de manifestar pasión por la verdad y la justicia, pero siempre considerando que cuando hablamos de estas las queremos para todos sin excepción.