Mensaje del Administrador Apostólico al inicio del Mes de María 2019
El Mes de María de este año nos encuentra en medio de un estallido social que nos preocupa, pero que esperamos se transforme en un germen de un país más justo y humano. Por eso le pedimos a la Virgen, como lo hacemos en una conocida oración, que nos enseñe “a conquistar el verdadero progreso, que es construir una gran nación de hermanos donde cada uno tenga pan, respeto y alegría”. (Oración a la Virgen del Carmen)
La situación social que vivimos nos ha hecho tomar conciencia de las profundas inequidades existentes entre nosotros, que son experiencias cotidianas humillantes para muchos compatriotas. Constatando, además, la demora y hasta indolencia que ha tenido nuestro sistema político y económico para corregir múltiples abusos y hacer las transformaciones estructurales que se requieren. Por eso se ha expresado un legítimo anhelo de cambio y una búsqueda de mayor dignidad.
También constatamos con dolor las muchas violencias presentes en nuestra convivencia: la expresada en saqueos y destrozos injustificables, y aquella manifestada en atropellos a los derechos humanos al controlar el orden público. No podemos acostumbrarnos a la agresión contra un policía, a un abuso contra un manifestante, al ataque a un comerciante y a su fuente de trabajo y a descalificaciones de todo tipo. Todos tenemos que revisar nuestros lenguajes, nuestras relaciones humanas, nuestros escritos en redes sociales, en fin, nuestras actitudes y acciones en el vínculo con los demás. “Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes” (Lc 6,31), nos recuerda Jesús.
No exageramos si decimos que tenemos que edificar un nuevo país, acogiendo y profundizando las cosas buenas que hemos avanzado en las últimas décadas. Sabemos que tenemos muchas diferencias cuando buscamos los caminos para desarrollarnos como pueblo, pero por lo mismo tenemos que dialogar, escucharnos, buscar consensos, a partir del anhelo compartido de una patria más justa para todos, donde no se niegue la primacía del ser humano al organizar la sociedad. Es indispensable el recto funcionamiento de las instituciones democráticas, un ejercicio de la autoridad más comprensivo de la realidad de los ciudadanos y una participación de todos en el devenir común.
Los católicos no podemos quedarnos al margen de este momento histórico. El Concilio Vaticano II nos enseña que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1). Los animamos a crear espacios de encuentro y reflexión en nuestras comunidades cristianas y a participar en iniciativas de diálogo en diversos ámbitos ciudadanos, manifestando así nuestra vocación de vivir la fe en medio de las realidades temporales. También les invitamos a procurar instancias de oración, expresiones litúrgicas o experiencias comunitarias, que nos ayuden a acompañarnos mutuamente y a vivir desde la fe los acontecimientos. Y a no olvidar nunca de estar cerca del que sufre en las actuales circunstancias: porque está angustiado, porque ha perdido una fuente de trabajo, porque ha sufrido alguna violencia.
Oremos al Señor por una auténtica paz social para Chile. Unámonos de manera especial a la Virgen María, que nos ayuda a vivir con esperanza aún en tiempos difíciles, tal como lo expresamos en el canto: “Viviste con la cruz de la esperanza tensando en el amor la larga espera, y nosotros buscamos con los hombres el nuevo amanecer de nuestra tierra”.
Con afecto sincero en el Señor
Padre Sergio Pérez de Arce Arriagada
Administrador Apostólico