Por Guillermo Stevens, diácono, para Diario Crónica Chillán.
La Iglesia Latinoamericana a mediados del año pasado dio inicio a un proceso de preparación a una Asamblea Eclesial que se realizará en noviembre próximo en Ciudad de México y que culminará con un documento que marcará con sus orientaciones el rumbo del pueblo creyente católico para los años futuros. En anteriores oportunidades ha habido documentos que por su impacto han desbordado el ambiente eclesial, recordemos sin más Medellín (1968), Puebla (1979) y el último, Aparecida (2007), que son los nombres de las ciudades donde se han realizado esas reuniones. El encuentro actual tiene una diferencia esencial, ya que no es una conferencia de Obispos como la fueron las anteriores, sino que ahora está siendo convocado todo el pueblo creyente e incluso más, todo aquél que quiera participar, aprovechando para ello la tecnología disponible mediante encuestas que se responde por internet (www.asambleaeclesial.lat) en un espíritu de sínodo (camino común) buscando hacer realidad que la Iglesia no es sólo un asunto de curas y obispos sino de todos los bautizados.
Actualmente se está en un proceso de ver la realidad, lo que se denomina escucha – el primer paso de toda acción racional en cualquier ámbito- que continúa con el juzgar (evaluar) y que debiera traducirse en el actuar.
Qué duda cabe que los actuales son tiempos desafiantes para cuyos problemas no hay teorías ni doctrinas que tengan respuestas de conjunto como antaño, a lo que se agrega que la diversidad no se expresa necesariamente a través del voto que es la forma racional y pacífica como se resuelven las controversias en democracia. Es cosa de ver los altos niveles de abstención que ha habido en los últimos procesos eleccionarios en nuestro país. Pero, quizás lo que dificulta aún más todo, es el individualismo a ultranza que cual vacuna se nos ha introducido en nuestro espíritu, en que se ha hecho un imperativo hacer exigible a todo evento nuestros derechos con poca o ninguna conciencia de sus respectivos deberes ni de las limitaciones que la propia realidad imprime.
Este proceso de escucha que está en marcha, es un esfuerzo para allegar elementos que permitan entender mejor esta realidad compleja y así ayudar a que la Iglesia dé a conocer el mensaje de Cristo de forma tal que sea una auténtica buena nueva para el hombre actual.