Por Hermana Marta García para Diario Crónica Chillán.
Es lamentable pero cierto, que se usen temas tan importantes y que merecen todo nuestro respeto, para hacer una acusación en falso. Hace unos días un joven de una familia cercana, era acusado de abuso tras una amenaza de pagar las consecuencias por no haber querido salir con una chiquilla.
Es tan sólo la venganza por no poder obtener lo que se quiere. Por una parte, es increíble, que una joven, que más que ninguna otra generación está concienciada del tema, utilice algo así. No se hace ningún favor a las mujeres que verdaderamente fueron dañadas, y permite que el ambiente se enturbie y se pierda confianza. Por otra parte, es asombroso que se puedan albergar tanto rencor en una persona que aún no cumple los dieciocho.
Todo esto, desemboca en la destrucción de la imagen de una persona, de su propia autoestima, que, tras verse señalado, no se atreve ni a salir de casa. Y aunque las amenazas fueron públicas, y es posible comprobar mediante testigos que la acusación no es cierta, ahí queda el tener que pasar por todo un proceso para probar la propia inocencia.
En la Palabra encontramos numerosos ejemplos e historias en los que las urdimbres de unos acaban en casi condenas, persecuciones… pero siempre hay un ser humano de buena voluntad que acaba ayudando para que la verdad salga a la luz… veamos la historia de la reina Ester, la historia de David y Jonatán… y confiemos en que en medio de este tipo de situaciones los que pueden esclarecer lo que en realidad pasó, no se resten para evitarse molestias, y den un paso al frente en favor de la inocencia y la verdad.
No cabe duda que la sociedad y lo que vertimos sobre nuestros más pequeños y jóvenes puede desembocar en situaciones como éstas. La sinceridad ya no es un valor, ahora todo se puede usar con tal de ganar, de ser más competitivos, de tener mejor fama que otro. En el trabajo, en las relaciones sociales… y todo esto es lo que están captando de las actitudes de los adultos. Además, reciben todo lo que supuran algunas de nuestras heridas no bien sanadas o no bien maduradas y procesadas. Acumulan todo nuestro odio, resquemores y decepciones, y tras una interpretación propia de una etapa de la vida que aún no es madura, reproducen en sus hechos, actitudes y palabras, el peso de la carga negativa que reciben.
Celebramos este mes el día del padre, quizás sea bueno recordar una vez más la grandeza de muchos hombres que han dado la vida por sus familias, por sus hijos… tengo presentes testimonios de un padre que cuida de su esposa e hijo postrados, que, lejos de salir corriendo ante una realidad así, como dirían en mi tierra, “tomó el toro por los cuernos” y afrontó la situación entregando todo lo que es, lo que tiene y lo que es capaz de llegar a dar. Otro que, siendo abandonado por su esposa, sacó adelante a sus dos chiquillas, compatibilizando la crianza y el trabajo esforzado como carpintero para que lleguen a ser profesionales… y hay muchos más…
El día de la mujer, el día de la madre surgen como respuesta a una sociedad que no entrega los medios, a una política que no defiende sus derechos, a una falta de reconocimiento, de respeto y de dignidad. No podemos dar un paso atrás y menos en falso, haciendo que haya que recordar un día que defienda los derechos del hombre porque esta situación haya volteado el péndulo hacia el otro extremo. El camino del medio es la virtud, en el que se respetan los derechos y la dignidad de todos, en el que no hay que demostrar inocencias porque la verdad no es puesta en entredicho, en el que la venganza y el odio no tienen cabida. Es, en definitiva, el camino del Reino, de ése lugar en el que se celebra el banquete del amor, de la justicia, del perdón y la paz… una mesa circular en la que no hay primeros puestos, en la que nadie queda con hambre, y nadie se queda aislado de la conversa y la celebración, en la que Dios, Jesús, se ciñe para servir y lavar los pies, dando así ejemplo a todos de lo que nos lleva a la felicidad.