Por Sergio Pérez de Arce, obispo de Chillán, para Diario La Discusión.
Los obispos católicos dimos a conocer, hace algunas semanas, un documento que aporta elementos de reflexión para participar en el próximo plebiscito constitucional desde un discernimiento informado y un voto en conciencia.
Una perspectiva central, es que los votantes hagan una valoración ético-social de los contenidos de la propuesta constitucional que tienen una especial radicalidad antropológica, porque atañen directamente a la dignidad de la persona humana. Desde esta perspectiva, y a la luz de los principios de la enseñanza social de la Iglesia, los obispos apreciamos en el texto constitucional su propuesta sobre los derechos sociales, el medio ambiente y el reconocimiento de los pueblos originarios, mientras que valoramos negativamente las normas que permiten la interrupción del embarazo, las que abren la posibilidad de la eutanasia y las que desfiguran la comprensión de la familia. Asimismo, somos críticos del desigual trato constitucional que se da a la educación particular subvencionada (respecto de la llamada educación pública) y de las limitaciones de las normas referidas a la libertad religiosa y la libertad de los padres sobre la enseñanza de sus hijos. Especial gravedad le asignamos a la introducción del aborto.
Pero el documento de los obispos invita también a un adecuado discernimiento en aquellas materias importantes para organizar el país, como el sistema político, el funcionamiento de los poderes del Estado, la regionalización y la configuración de otros órganos del Estado. Los obispos no nos adentramos en estos temas, donde es legítimo que haya pluralidad de opciones, pero insistimos en que es necesario juzgar la pertinencia, viabilidad y oportunidad de lo propuesto.
Creo que, a estas alturas, hay en el país una opinión extendida de que el texto constitucional tiene deficiencias en sus propuestas sobre el sistema político y la organización del Estado. Muy pocos se atreven a afirmar que lo planteado esté suficientemente maduro y pleno. La diferencia está en que unos estiman que se puede aprobar el texto, para luego reformar, mientras otros creen que se debe rechazar para iniciar la redacción de un nuevo texto o emprender reformas a partir de la Constitución vigente. Por lo tanto, el debate sobre la mejor manera de organizarnos seguirá abierto más allá del 4 de septiembre.
Me parece importante reafirmar el valor de la democracia, que no se reduce solo a votar, sino que supone varios otros rasgos: que exista equilibrio de poderes, que haya control ciudadano sobre quienes ejercen el poder, que el sistema sea eficaz para abordar los desafíos de la población, que se evite la corrupción y la excesiva burocracia, etc. Me gusta también insistir en algunos principios que nos aporta el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium. Uno, “la realidad es más importante que la idea”, es decir, las ideas no pueden desconectarse de la realidad, pues se pueden originar idealismos o proyectos políticos ineficaces. Dos, hay que construir unidad a partir de la diversidad, sin acallar las diferencias, pero integrándolas o armonizándolas en un proyecto común que genere vida, lo que requiere diálogo, acuerdo y amistad social.
Vea usted, entonces, qué opción del plebiscito resguarda mejor la democracia.
Foto: ATON.