El coronavirus nos recuerda que somos frágiles. Una cosa tan pequeña como un virus, que solo puede verse al microscopio, ha paralizado casi al mundo entero. Y sin embargo somos fuertes. Lo somos como los discípulos de Jesús que, llenos de miedo, temían que se les hundiera la barca en medio de la tempestad. En su debilidad se hicieron fuertes porque acudieron a Jesús. La respuesta de Él fue clara: no tengan miedo. Unidos todos al Señor que nos acompaña en la barca de la vida tomamos los remos de la solidaridad, y juntos, ayudándonos unos a otros, saldremos adelante. Solidaridad es igual a ayuda mutua y por ahora quedarnos en casa. Avivamos nuestra fe en Dios y en la gente buena que nos rodea.