Por Paulina Benavente, psicóloga. Para Diario Crónica Chillán.
Que duda cabe que estamos viviendo una etapa de la historia que nos ha llevado de una crisis a otra, crisis sociales, institucionales y ahora sanitaria.
En medio de estas aguas revueltas el único común denominador es el hombre, este ser humano, que queda ante estos quiebres desnudo o expuesto ante otros y ante sí mismo. Cuánta soledad se ha hecho presente durante esta pandemia, cuánto vacío en el alma de cientos de personas que en su búsqueda por el bienestar o el éxito se desconectaron de sí mismos, de los otros y de su creador.
En el ámbito de la salud ha crecido la demanda por atención psicológica. Otros sencillamente tratando de hacerle frente a la situación, manifiestan la soledad en que se encuentran. Lloran por ese abrazo que se distancia en el tiempo, por esas horas largas que no llenan nada, no saben estar consigo mismos, dejaron de lado ese encuentro íntimo con Dios que te permite hacer de tu vida un continuo diálogo, que te acompaña, descubre y alegra.
También están los que de golpe se han visto obligados a asumir una realidad familiar compleja, aquellos que ahora por obligación pasan más tiempo en casa y se encuentran con una mujer u hombre con los cuales parece ya no tienen nada en común, o con hijos que no conocen y que por lo mismo no saben o no pueden contener ante esta incertidumbre.
Esta pandemia desnudó nuestra miseria, pero no sólo la externa sino la que habita en el corazón de las personas, transparentó nuestra falta de responsabilidad con nosotros mismos y con quienes nos rodean. Puso de manifiesto lo mal que hemos vivido nuestra historia pues nuestros esfuerzos no han estado en lo esencial, en cultivar los vínculos personales, familiares, espirituales que son los que en realidad le otorgan sentido a la vida. El trabajo se convirtió en un escape, el colegio de los hijos en una “guardería” de niños y adolescentes, el comprar cosas y bienes en una compensación de carencias afectivas, y así suma y sigue.
Llegará la esperada vacuna, pero esta no será contra el verdadero mal, o contra el virus más peligroso que ha significado esta desconexión del hombre con lo importante. Se acabará el temido covid-19, pero qué haremos de ahora en adelante para no volver a vivir como la veníamos haciendo. ¿Qué cambiaremos para ser ahora y de verdad más felices? Ojalá que no necesitemos una nueva crisis para enfrentarnos a nosotros mismos y ser capaces de responder a esto.