Por Luis Flores Quintana, sacerdote diocesano
La semana que termina fue una verdadera cascada de noticias y anuncios. Artefacto explosivo, asesinatos, la visita del Presidente y sus anuncios, las resoluciones de los tribunales de justicia en la ciudad como en el país, el inicio del nuevo sistema de matriculas escolares, las nuevas noticias sobre denuncias a clérigos, las noticias policiales y otros acontecimientos que podríamos seguir enumerando. En conjunto constituyen una tentación que podría atraparnos e inmovilizarnos. Tenemos que enfrentar cada cosa que nos pasa y al mismo tiempo seguir adelante.
El próximo domingo ya será septiembre y entre nosotros es anuncio de Fiestas Patrias y de la llegada de la primavera. Mirar lo que viene es siempre pensar en el futuro y es algo que no hacemos habitualmente, solemos quedarnos en las preocupaciones diarias y en las tragedias noticiosas.
La desazón sobre tantas cosas que nos afectan puede provocar un pesimismo malévolo y contagioso. Pero, sobretodo, puede despertar el miedo a todo lo que esté por venir, con la tentación de aislarnos y evitar el encuentro con quien sea por considerarlo una amenaza.
Al mismo tiempo, el futuro que no tiene noticias, pues, no acontece y todavía saca de nosotros casi de manera inmediata y contemporánea miedo y esperanza. De los días que vienen podemos prever que el cambio climático traerá una primavera atípica, un inicio adelantado y un comportamiento impredecible. También, frente a la primavera, tenemos algunas certezas, la vida seguirá siendo su señal distintiva, el brote natural de árboles, la explosión de flores, podrá afectarse o podrá acrecentarse pero llegará.
No se trata de optimismo superficial, la esperanza no depende del estado de ánimo, se fundamenta en la certeza que el mundo puede ser mejor y por eso el tiempo presente no nos satisface. Cuando se tiene esperanza se vive de otra manera. Esperar del futuro requiere tenacidad y saber enfrentar dificultades. Como expresa Neruda en la oda al cactus de la costa, el mensaje de esperanza y primavera acontece después del duro invierno que no logró destruir al cactus que florece para anunciar la primavera y decirnos que, la primavera no nos ha olvidado.
Mirar con miedo o con esperanza depende de cada uno de nosotros. El futuro nos puede ser incierto, nos puede inquietar pero, por sobre todo, es posibilidad de lo nuevo, es posible soñarlo, darle forma y acogerlo como ideal. Es la oportunidad de cultivar la esperanza. En palabras del papa Francisco “la esperanza es una virtud humilde y concreta que prepara para el encuentro.” Nosotros decidiremos si acogemos el futuro y lo que nos traiga con esperanza o llenos de miedos.