Por Luis Flores Quintana, para Diario Crónica Chillán.
La resolución de la corte suprema de Estados Unidos fue acogida, desde el viernes, como una sorprendente noticia. No debería serlo. Ya se había filtrado, a principios de mayo, y la misma corte había ratificado su veracidad. Al mismo tiempo, la materia que trata mantiene las posibilidades de elección en cada estado. No ilegaliza el aborto. Lo que hace es distinguir una norma constitucional de una ley.
Las reacciones han sido un vendaval de opiniones; es un retroceso, un día triste, una ideologización y, por otra parte, un camino correcto, un día histórico, el triunfo de la vida. La reacción de parte de los estados es significativa, el mismo día tres de ellos eliminaron el aborto y, sin mediar mucho, el número se eleva a trece por leyes llamadas gatillo, que esperaban, hace tiempo, un dictamen de esta índole. Se pronostica que sean 26 de los 50 estados los que prohíban el aborto, es decir, la mayoría. Este es un índice que llama a la reflexión.
Cuando la controversia está contaminada ideológicamente es difícil que se entienda y que los involucrados se entiendan entre sí. En primer lugar, lo que defienden unos y otros es la libertad para elegir y decidir, que nadie decida por otro ¿quién podría oponerse? El camino jurídico entrampa, porque lo que está en discusión lo supera. La verdadera discusión que está a la base es la concepción del ser humano es, en la antropología donde no hay acuerdo, esto se ve en aspectos tan simples como responder si somos o tenemos cuerpo. Si tengo un cuerpo entonces yo decido sobre él, si soy cuerpo, entonces lo que haga sobre mi cuerpo u otro cuerpo; no es sobre algo, sino sobre alguien. La segunda arista que causa controversia es responder ¿cuándo comenzamos a ser? ó ¿qué es aquello que hace que digamos que estamos frente a un ser humano? Aunque es una pregunta de índole filosófica, la respuesta no puede soslayar el conocimiento científico, tampoco acá hay consenso. Para los cristianos el ser humano es obra divina y, todo conocimiento nos ayuda a comprenderlo, al tiempo que ninguna ciencia logra definirlo en plenitud, nos rendimos ante la belleza de su misterio y su dignidad, la respetamos en toda circunstancia, por muy vulnerable o deteriorada que aparezca.
En medio de las precipitadas opiniones, en donde escasean los argumentos, bien nos viene reflexionar en la diferencia entre un derecho constitucional y las leyes que lo regulan, algo no menor en la actual discusión del país, de cara al trabajo de los constituyentes. Por otra parte, son valiosas las palabras emanadas de la Pontificia academia de la vida que asumió el comentario de la resolución desde el Vaticano: “Es un momento para sanar las heridas y reparar las divisiones sociales; es un momento para la reflexión razonada y el diálogo civil, y para unirnos para construir una sociedad y una economía que apoye a los matrimonios y a las familias, y donde cada mujer tenga el apoyo y los recursos que necesita para traer a su hijo a este mundo con amor”. También nosotros tenemos que preguntarnos qué tipo de convivencia y sociedad queremos construir.