Por Guillermo Stevens, para Diario Crónica Chillán.
Este título es el que daba sentido a la campaña promovida por la Cruzada por la Participación Ciudadana, entidad no gubernamental apoyada por la Iglesia Católica, allá por el año 1988, para promover la inscripción de los chilenos en edad de votar, lo que se sometería a prueba en el plebiscito del 5 de noviembre de ese año. Ya sabemos que los resultados de esa votación, con una participación del 97,5 % de los inscritos, permitieron dar término al gobierno de ese entonces e iniciar un proceso ordenado de recuperación de la democracia.
Lo que queremos destacar es simplemente el valor del voto, que es el mecanismo por el cual la sociedad en forma sencilla, pacífica y ordenada elige entre alternativas de solución o de construcción de sociedad como fue en ese caso. El problema es que ahora, por razones no siempre fáciles de entender que no sean las de un individualismo cortoplacista (¿Cuánto me beneficia hoy a mí?) la gran mayoría no va a votar en forma voluntaria, por lo que pareciera que la vuelta al voto obligatorio por una cuestión de bien común, debiera retornar a la brevedad a nuestro país. Las autoridades necesitan ser elegidas por todos.
No podemos pasar por alto que en la primera vuelta presidencial del 21 de noviembre, pudiendo votar 15 millones solo votamos 7,1 millones (47,6 %). Esperamos que para las elecciones de hoy día, en segunda vuelta, ese escuálido porcentaje sea superado.
En esa línea, los Obispos en declaración del 16 de diciembre de 2021, señalaban que “la elección presidencial de este domingo se da en un contexto de polarización que se ha reflejado en un clima de campaña agresivo y descalificador (no obstante) un cierto tono de moderación en las propuestas y el reconocimiento de errores por parte de los candidatos, es un aspecto positivo que hemos visto en las últimas semanas”, pidiendo a todos los ciudadanos y a los católicos en especial que ejerzan en estas elecciones su derecho a voto, “votando en conciencia y considerando principios cristianos fundamentales para el ordenamiento social y político, es un deber que cada uno de nosotros está llamado a asumir, aun cuando las opciones en juego muestren insuficiencias respecto de esos mismos principios”.
Me parece que lo anterior es un aporte para el discernimiento y una invitación a que cada uno asuma sus responsabilidades ciudadanas.