Por Guillermo Stevens
Diácono Diócesis de Chillán
Agosto es un mes que nos sugiere distintas ideas. El “mes de los gatos”, con sus lastimeros maullidos por los tejados. “Pasar agosto” en que los mayores de 60 años, en el caso de Chillán, se encuentran año a año en la Plaza de Armas para brindarse mutuamente un alegre abrazo. “El mes de la solidaridad”, que desde el año 2001 se viene celebrando en Chile, como una manera de honrar la memoria del Padre Hurtado. En todos los casos, es la vida que se manifiesta de diversas maneras: en el llamado de la naturaleza a continuar con la reproducción de la especie; en el agradecimiento por lo hecho y el milagro de continuar viviendo; en el llamado a brindarnos el necesario apoyo mutuo que nos debemos como seres humanos para salvar mejor los problemas.
Hace muchos años un jesuita francés, Teilhard de Chardin, escribía unas reflexiones sobre la búsqueda de la felicidad y distinguía tres posturas ante la vida que asumen las personas y que simplificadamente podríamos resumir en lo siguiente:
Están los pesimistas, que conciben la vida como algo peligroso y malo y ante lo cual, por lo tanto, se debe tomar medidas de protección para que su felicidad, valor que todos buscamos, no se vea afectado. Son los que consideran que todo tiempo pasado fue mejor, y hay que tomar medidas para que la tranquilidad, valor supremo, no se altere. Así se invierte en altas rejas de protección de sus domicilios, seguros que protejan ante todo tipo de eventos, etc. Son aquellos que conciben a los inmigrantes como una amenaza que hay que evitar.
Luego están los vividores, en que la vida y la búsqueda de felicidad asociada está ligada al placer, a la cultura de lo entretenido, al disfrute, a pasarlo bien. Muchos derechos y pocos deberes. En que las cosas se miden según el grado de entretención que proporcionen. Si no, no sirven.
Finalmente están los esperanzados, el religioso les daba otro nombre, en que la vida se mira como una oportunidad, como un camino que hay que recorrer desplegando las capacidades de cada uno. En que los problemas se miran como desafíos a asumir y superar. En que no se teme al compromiso por y con los demás, echándose a la espalda el riesgo y el temor a lo desconocido. En que todo contribuirá, al fin de cuentas, a nuestro crecimiento.
Tal vez este simple esquema nos ayude a revisar en este mes de agosto a qué le estamos dando más importancia y evaluar cuál mirada contribuye a generar un mejor país para todos.