Por Héctor Aranda Mella, sacerdote, licenciado en Comunicación.
Muchas veces vemos en los medios de comunicación, con tristeza y dolor, las diversas manifestaciones de violencia que se muestran en todo ámbito: desde las noticias diarias hasta las historias en los reality shows, desde programas que tienen como destinatarios los niños hasta películas que se categorizan para jóvenes y adultos. En muchos de estos vemos como se manifiesta algún tipo de violencia, sea física o no, pero sobre todo prevalece la violencia verbal.
Desde hace mucho tiempo que en nuestro entorno se ha estado poniendo hincapié en generar leyes que vayan en ayuda de quienes son víctimas directas de la violencia de todo tipo, sobre todo cuando se trata de la mujer o de aquellos que se ven afectados por alguna clase de discriminación. En estos últimos años hemos avanzado mucho al respecto, sobre todo para buscar verdadera justicia frente a toda clase de acciones que afectan a la persona y a la sociedad sin distinción.
Pero no basta con crear leyes y normas que castiguen con severidad este tipo de actos que van directamente en contra de los derechos de las personas, vivimos en un mundo donde todavía el doble standard se manifiesta sobre todo en la violencia, por un lado están quienes son los detractores más radicales, pero también hay quienes tratan de justificarla de alguna manera. Por un lado rasgamos vestiduras ante la violencia ejercida contra cualquiera, algo que es condenable de todas formas, y por otro lado prácticamente estamos dispuestos a crear monumentos a nuestros deportistas cuando actúan de forma antideportiva contra sus oponentes. Por un lado criticamos a quien usa la violencia como medio de justicia frente a una situación, y por otro lado se justifica la violencia ejercida por aquellos que buscan reivindicar cualquier tipo de justicia social a cualquier costo.
No podemos cosechar justicia, equidad o verdad en nuestra sociedad si culturalmente estamos sembrando en nuestros niños y jóvenes algún sesgo que justifique el uso de la violencia, no solo física, sino también la verbal, y que se manifiesta muchas veces con mayor libertad en las redes sociales.
No dejemos que la cultura de la violencia vaya ganando terreno en los hábitos de las nuevas generaciones, nuestro desafío como adultos es ayudar a poner un freno a este tipo de actitudes.