Por Guillermo Stevens, diácono, para Diario Crónica Chillán.
Debiera hablar de otro tema, pero el impacto que el Covid-19 es tan manifiesto, partiendo por cuestiones cotidianas que todos apreciamos, que no es posible dejar de hacerlo. Primero en nuestra apariencia, en que no bien usted cierra la puerta de su casa, debe incorporar como lo más natural del mundo el uso de la mascarilla, bien puesta que cubra boca y nariz todo el rato y en todo lugar. Huelga decir la dificultad para la comunicación que ello trae, desde el reconocer al interlocutor hasta entender sus palabras y no se le vaya a ocurrir saludarlo con un gesto más cercano que el tocarse con el codo, eso es lo más cariñoso que se admite, aparte que siempre debe mantener una prudente distancia física entrambos. Esto último repercutirá luego en que cuando usted quiera ingresar a cualquier local comercial o de otro tipo, deba respetar el aforo permitido poniéndose pacientemente en fila hasta lograr su atención. Ahora, si usted requiere salir de la ciudad por las razones que sea, previo a comprar el pasaje o cargar de combustible su vehículo, debe procurarse un pasaporte sanitario que certifique que usted no es portador del contagio y una autorización de carabineros que demuestre como suficiente el motivo que usted aduce para su viaje.
¿Qué si lo anterior es inadmisible? De ningún modo, son cortapisas y medidas necesarias que todos hemos debido incorporar del mejor modo posible a nuestra vida diaria para retardar la expansión del contagio hasta que la autoridad sanitaria logre vacunar a toda la población, proceso ya en curso felizmente. Ciertamente llama la atención, eso sí que, con todo el celo demostrado por la autoridad para imponer control, el país siga entre los primeros diez con más casos y muertes por millón de personas, según lo muestran los índices que regularmente se publican.
Aparte de las implicancias de toda índole para los enfermos y las repercusiones económicas por las medidas que la autoridad ha debido adoptar, que siempre afectarán más a los más pobres, hay otro efecto sobre el cual también debemos precavernos. Y es que tanto insistir en que debemos cuidarnos y evitar el contacto físico terminemos por acostumbrarnos a nuestro aislamiento y así. una práctica que va contra el ser social natural de las personas termine por ser la norma y la vinculación sea intermediada por la técnica y los medios instrumentales, con la posibilidad de elegir contactos tal como se hace con el selector de canales del televisor o una tecla del computador. En esto todos debemos mantenernos alertas, sobre todo aquellos quienes tenemos como mandato “el amar al prójimo como a ti mismo”.
Muy buena reflexión la compartiré, estamos viviendo tiempos difíciles, que nos coartan la libertad tan anhelada en el corazón del hombre….