“Y la vida cristiana es amor y ¡qué amor mayor que el de un Dios que se hace hombre, niño, pobre, predica, se cansa, muere, se queda en la hostia, para ser mi comida y alimento! San Alberto Hurtado.
El pasado 31 de agosto y como finalización del Mes de la Solidaridad, los niños de la catequesis familiar ejecutaron una misión evangelizadora. Misión, que consistió en realizar visitas a las viviendas de la comunidad Jesús Nazareno perteneciente a la Parroquia San José de Pemuco. Y para finalizar, prepararon un compartir con los adultos mayores, evangelizando ambas generaciones. Los adultos, desde sus experiencias con Dios y los niños, siendo fieles testigos de que él está en todo y en todos. Agradecemos a los pequeños, sus familias y catequistas la labor realizada con amor y generosidad. Y pedimos a Dios su bendición para con estos. Seguiremos sembrando la semilla de Jesucristo en sus corazones, pues, quien siembra en tierra fértil, cosecha al treinta, sesenta y hasta el cine por ciento.
“No amemos con palabras y con la boca, sino con obras y de verdad”. Juan 3,18. “Una cueca para Pemuco”.
Es el nombre que se le ha denominado a la eucaristía que se realiza el segundo domingo de septiembre en nuestra Parroquia. Eucaristía que tiene como fin recordar a un hombre que tuvo un significativo paso por la comuna de Pemuco, Claudio “yayo” Carrasco Sepúlveda. Un hombre que, con su carisma, amor a su pueblo y música, acompañó las largas y bellas tardes de verano, navidad y fiestas patrias. Sí, con música, villancicos, cuecas, tonadas, baladas y hasta bailables, salían por los parlantes que conectaba desde su hogar. Y sentado en la banca que fuera de su casa había instalado, disfrutaba ver cómo la gente de su pueblo recorría las veredas de la plaza al son de las melodías que con tanto amor entregaba. Además de esto, siempre con un saludo amoroso y una palabra tierna para dar a todo quien pasaba frente a él. Un hombre como no hay en Pemuco, devoto fiel de la Virgen del Carmen, realizando cada año los ritos que significan reconocer la importancia de la Virgen en nuestras vidas. Sumado a esto, siempre luchó por mantener las tradicionales arquitecturas del pueblo, principalmente, que nuestro templo no perdiera su particularidad, que no dejará nunca de ser un monumento reconocible por su hermosura. Reconocemos su gran entrega a la comunidad, y las tantas veces que, con su piano, acompañó las misas y funerales en nuestra parroquia. No fue en vida, pero ahora que él está con el Padre, rendimos un gran homenaje a un hombre fiel; a su pueblo y a Dios. (Belén Salinas C., Corresponsal)