Por Sergio Pérez de Arce A., obispo de Chillán, para Diario La Discusión.
Estamos en plena campaña política y escuchamos la propaganda: “un nuevo Chile comienza”, “comenzamos a escribir una nueva historia”, “diseñemos el nuevo Chillán”, etc. Son slogans, es decir, frases breves fáciles de recordar para promover a un candidato, pero también clichés, es decir, palabras repetidas majaderamente, en este caso centradas en lo nuevo que viene o se promete. Está bien como expresión de un deseo de transformación, que es propio de la política, pero el peligro es creer que “conmigo comienza la historia”.
Pero los clichés no están solo en la publicidad electoral, sino también en los ciudadanos. Es común que digamos o escuchemos: “los políticos son ladrones”, “en Chile no hay justicia”, “30 años de indiferencia y pobreza”, etc. Sin duda que muchas de estas frases son expresión de un descontento con aspectos de la vida sociopolítica y una crítica que, en parte, es verdadera, pero es evidente que la realidad es más compleja y matizada, y no puede reducirse a estas expresiones. Necesitamos, tanto candidatos como ciudadanos, ir más allá de los “lugares comunes”, crecer en una apreciación más verdadera de la historia y sus procesos, y tener sentido de urgencia respecto de las situaciones esenciales que hay que cambiar.
A la hora de pensar en las elecciones del 10 y 11 de abril, especialmente respecto de los constituyentes: ¿A qué candidatos privilegiar y dar nuestro voto?
Candidatos que den garantía de un trabajo serio y responsable, con experiencia en el servicio público u otros ámbitos ciudadanos, que tengan capacidades y/o capacitación para la tarea que aspiran a ejercer. Ni estoy excluyendo a los jóvenes ni pensando solo en profesionales, sino insistiendo en que sean personas que tienen algo importante que aportar. Porque, como en cualquier aspecto de la vida, no basta la buena intención, sino “tener dedos para el piano”.
Candidatos que vivan y promuevan valores humanos esenciales. Es difícil discernir este aspecto, pues todos se presentan como encarnación de los valores más nobles, o no conocemos bien la vida y la historia de los que postulan a ser elegidos. Pero por eso mismo, es importante informarse, conocer algo de la vida política y/o social del candidato, indagar en sus propuestas y realizaciones, para apreciar así su coherencia y su visión de la sociedad. No todos valoramos lo mismo, pero aquí estamos pensando en la importancia de promover la dignidad de la persona humana, el valor de la vida, la justicia y la solidaridad, la opción por los pobres, la participación y la democracia, entro otros valores propios de la visión cristiana del ser humano.
Candidatos que tengan capacidad de diálogo y de edificar en común. Es curioso que en todos los campos se insista hoy en la importancia del trabajo colaborativo para un verdadero progreso y que, sin embargo, en política abunde la imposición del propio camino contra el camino del otro. Por supuesto que hay derecho a promover convicciones e ideas propias, pero en diálogo con los demás, reconociendo que el otro puede aportar perspectivas legítimas. En el escenario actual del país, es fundamental construir puentes y edificar acuerdos, integrando positivamente la tensión y la diversidad propias de la vida política y social.