Por Sergio Pérez de Arce, obispo electo para Crónica Chillán.
Durante la pandemia, los sacerdotes hemos continuado celebrando la eucaristía en forma privada y transmitiéndolas por diversos medios. No pocos creyentes se unen a ellas a través de la radio o una señal online. ¿Por qué nos es tan relevante?
La Misa es el rito más característico de los católicos, constitutivo de nuestra identidad. Pero es mucho más que una ceremonia, es un encuentro con Jesucristo que se nos ofrece como pan de vida y nos regala su amistad. Ella nos permite vivir unidos al Señor de manera espiritual, pero también sacramental: “quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él” (Jn 6, 56).
Por ser encuentro con Cristo, es un acto gozoso, que ilumina nuestra existencia y nos llama a identificarnos con su camino de entrega. El “hagan esto en conmemoración mía” dicho en cada eucaristía, no es solo repetir la cena y el gesto que Jesús realizó, sino rememorar la donación de su vida para seguir sus huellas. Él mismo que parte el pan en la cena, es el que nos ha lavado los pies y nos ha dicho: “Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13, 15). En un mundo marcado por injusticias y egoísmos, Jesús nos plantea el urgente desafío de construir un mundo más humano.
La Misa también expresa muy bien nuestra pertenencia a la comunidad de Jesús. Nunca la celebramos como individuos aislados, sino como parte del pueblo de Dios llamado a continuar su misión: “uno es el pan y uno es el cuerpo que todos formamos porque todos compartimos el único pan” (1 Co 10, 17). Por eso sabe a fraternidad y nos compromete en edificarla donde quiera que estemos.
Siempre los ritos religiosos tienen el peligro de la hipocresía, de quedarse solo en algo exterior, pero la eucaristía tiene en ella misma el remedio a este peligro, pues nos hace encontrarnos con la palabra de Cristo y con su sacrificio de amor: su entrega en la cruz. Gracias a este encuentro, nuestro corazón y nuestro actuar pueden permanecer despiertos para no separar fe y vida. No hay que pretender ser “perfectos”, siempre vamos a Misa como pecadores, frágiles y perdonados por la misericordia de Dios. Pero hemos de buscar cada día los caminos de conversión, como discípulos que se dejan sanar y asistir por su Señor.
Hoy celebramos el Corpus Christi, agradecemos la posibilidad de unirnos como hermanos en la eucaristía por medios virtuales, pero expresamos también el anhelo de poder encontrarnos pronto en nuestras capillas y templos. Necesitamos experimentar sacramentalmente que vivimos en Cristo y él en nosotros, fortaleciendo así nuestra esperanza y amor.