Por Paulina Benavente, para Diario Crónica Chillán.
Hace uno días reflexionaba con uno amigos acerca de la sensación de inseguridad e incerteza que reina en nuestro país. La verdad es que esta sensación no es sólo el resultado de la especulación existencial, sino que tiene su raíz en una serie de hechos o situaciones que hemos estado experimentando en los últimos años. La crisis social, la pandemia, la guerra, la delincuencia, etc., han ido minando nuestras seguridades y en ocasiones incluso nuestra esperanza. Se vuelve fácil caer presa de en un pesimismo o determinismo negativo que va minando nuestra confianza y que nos hace ver el futuro más gris.
Que duda cabe que la vida no es fácil, que a medida que crecemos vamos enfrentando aspectos de la vida que muchas veces ponen a prueba nuestra resistencia personal.
Hay cosas que seguramente anhelamos o soñamos y que no nos han resultado. Hay pérdidas en la vida difíciles de enfrentar, hay problemas económicos y de salud que nos hacen cuesta arriba el camino. Esto es parte de la experiencia vital de cada ser humano, pero también es cierto que la vida no es sólo penas y angustias. La vida también se compone de grandes momentos, de experiencias sublimes de amor y alegría. De encuentros con personas que nos han llenado el corazón. Ahí están familiares, amigos, cientos de personas que nos han tendido la mano, que nos ayudado a reír, a aprender, a crecer.
En este camino de la vida, gran importancia ha tenido nuestra capacidad de generar vínculos, de compartir nuestro corazón y ponerlo junto al de otro. El amor filial, conyugal, la amistad, nos han hecho descubrir grandes riquezas emocionales en nosotros mismos y en los demás.
En este tiempo de incertidumbre es necesario reactualizar nuestra capacidad de generar vínculos sanos y afectivos, de desempolvar nuestros ideales más profundos, de trabajar nuestra confianza en el mundo natural y sobrenatural, de amar sin miedos para impactar positivamente los espacios que habitamos. El mundo no es fácil, pero la verdad es que nunca lo ha sido. Ahora es el momento de optar por la alegría, de hacer de ella nuestro esfuerzo común. Hay cosas, realidades que no nos gustan y que quisiéramos fueran diferentes, pero ante ellas tenemos que buscar la opción de transformarlas, de valorar sus aspectos positivos. Los cambios o desafíos requieren de voluntad, convicciones y fe. No basta con mirar desde la ventana y quejarnos, se requiere de una actitud de protagonista.
Nuestra patria necesita de una atmósfera adecuada para su desarrollo y esa debe estar impregnada de esperanza, alegría y confianza. Este camino no lo hacemos solos. Señor en ti y en tu Madre confiamos.