Por Guillermo Stevens, delegado para la Pastoral Social.
En la madrugada del día 11 del presente, producto de un error del operario de turno en la planta de tratamiento de la empresa que proporciona agua potable a la ciudad de Osorno, ésta quedó sin abastecimiento, situación que se prolongó por más de una semana. Ello provocó una convulsión de proporciones a todo nivel, cuyas repercusiones tardarán mucho tiempo en apaciguarse. En un primer momento, la empresa estimó que dentro de las próximas 24 horas estaría resuelto el problema y así fue informado a las autoridades y comunicado a los usuarios. Sin embargo, la magnitud del problema era muy distinta y lo que en principio se asumió con una cierta inquietud, al transcurrir los días sin que el suministro de agua potable fuera restablecido, fue transformando la actitud de los involucrados y sumando nuevos actores.
Así todos fueron subiendo el tono. Los usuarios movidos por el imperativo de no contar con un elemento tan vital en las condiciones de plena disponibilidad y comodidad como se acostumbraba, llegaron, algunos, a organizar marchas por el pronto restablecimiento del suministro, con la pretensión que su protesta pudiera estimular a la empresa a encontrar formas inexploradas de reposición. La autoridad con la amenaza cierta de la aplicación de enormes multas y de una eventual caducidad de la concesión, a lo que se agregó la presión del propio Presidente de la República presente para el efecto en la ciudad, lograron extraer de los ejecutivos de la empresa promesas de una certeza temporal de reposición con fecha y hora, que a la postre por la magnitud y complejidad del problema no fue posible cumplir, con lo que se constituyó por añadidura el agravante de incumplimiento de la palabra empeñada.
Todos tuvieron opinión para multiplicar el encono contra la empresa por su inoperancia para prever problemas de este tipo y su forma de resolverlo. Actitud entendible en los usuarios afectados, no tanto en las autoridades. Pasando así por alto que aquello, más que ayudar a resolver la situación, más contribuyó a entorpecer su solución al no contar con la tranquilidad por parte de los técnicos para diagnosticar, evaluar e implementar medidas apropiadas.
Con la distancia que permite ver más claro, es posible ver que solo una vez restablecido el suministro en forma segura y constante, será el momento de establecer responsabilidades; definir y cuantificar costos y perjuicios; aprobar formas y mecanismos de compensación a los afectados; aplicar multas y gravámenes a la empresa por parte de la autoridad y precisar medidas y procedimientos que impidan la repetición a futuro de un percance de similar naturaleza. No antes.
El talante de las personas y los pueblos se mide en la forma en cómo se asume los inconvenientes inesperados. Lo primero es reconocer el problema como problema y buscar su solución y solo después buscar responsables y la forma como estos responderán valiéndose para esto de lo que en un estado de derecho la legislación y normativa establece. Y en todo ese proceso se llegará a mejor puerto, si la forma de conducirse por parte de los involucrados sea efectuado con prudencia, justicia, fortaleza y templanza, en suma, las virtudes cardinales que desde siempre la Iglesia ha promovido para un mejor actuar y resolver.