Por Guillermo Stevens, diácono, para Diario Crónica Chillán.
Los acontecimientos en el norte nos muestran el diario ingreso a Chile de inmigrantes por pasos no habilitados llegando a un pueblo que no reúne las condiciones de urbanismo ni siquiera suficientes para sus propios habitantes. El reciente desmantelamiento por las fuerzas de orden de las carpas levantadas en la plaza de armas de la ciudad de Iquique y luego la inesperada y violenta protesta de los propios iquiqueños contra inmigrantes que habitaban en otros sectores nos han golpeado a todos.
En nuestra ciudad, hay también una cantidad significativa de personas extranjeras que han llegado a vivir con nosotros, entre los que destaca la comunidad haitiana. Recientemente nos reunimos con un grupo de ellos en dependencias de la Parroquia San Vicente para conocer de primera fuente en una conversación abierta su actual situación. La inmensa mayoría lleva varios años en Chillán, reconocen que es un lugar amable para vivir, ordenado, más seguro en que la delincuencia está controlada. En cuanto a los problemas a los que se enfrentan, insistieron en dos que son la base para una vez solucionados, sostienen convencidos, les darán los medios y la energía para la satisfacción de los que siguen: i) la obtención de sus papeles de residencia sin estar en permanente gestión de renovación, con la inseguridad siempre latente de que su solicitud sea rechazada y ii) la posibilidad de traer a sus hijos consigo, que siguen esperando en Haití con familiares y amigos cercanos el llamado de sus padres que se sigue dilatando hasta no tener ordenados sus documentos.
Una mujer joven planteó con mucha fuerza y sentimiento el rechazo que a veces siente de los residentes que le hacen ver su color para expresarles su repudio de que sigan en el país, pues a su juicio afectan sus posibilidades como chilenos. Ahí decía, faltaría una mayor educación a los chilenos para que estén conscientes que ellos vienen a colaborar, a hacer tareas que los nacionales no quieren hacer y que ellos si están dispuestos a realizar.
Los Obispos invitaban a los católicos en reciente declaración, que por cierto no tendría por qué ser sólo para los creyentes, lo que explica los paréntesis de mi parte, “a no asumir ni promover actitudes hostiles al inmigrante. Una mentalidad xenófoba y replegada sobre sí misma, sea por la consideración que sea, no puede prevalecer por encima de las más hondas convicciones (de fe) , que (nos) hacen sostener el valor de cada persona humana y la ley suprema del amor fraterno” (Comité Permanente de la CECH, sept. 27 de 2021)