Por Luis Flores Quintana, para Diario Crónica Chillán.
La dificultad para comprender la sociedad y la cultura es una constante en la historia de la humanidad. Cuando se trata de grupos, al interior de la sociedad, la más permanente es aquella que se da entre grupos etarios, los mayores no entienden las nuevas generaciones y viceversa, se la tipifica como brecha generacional y se normalizan distancias y conductas agresivas. Algo así nos pasa en el Chile de hoy, saturado de elecciones y desafíos políticos, urgido por acabar con una pandemia que resurge, una y otra vez, con nuevas variantes y con un sinnúmero de injusticias históricas que reclaman ser atendidas. Lo paradójico es que los grupos y la sociedad están conformados por personas, que tienen todo para conocerse y adelantarse a los hechos y, sin embargo, cada vez es más frecuente la frase “esto no lo vimos venir”. De quien lo dice lo que se espera es una mínima autocrítica, en algo está equivocado.
Los cristianos podemos y tenemos la posibilidad de ayudar a comprender la sociedad y el mundo en que vivimos, sin intentar captar adherentes o pretender que otros sigan las directrices y creencias que profesamos, hay una tarea hermosa, y es la de proponer a todos, una manera de mirar el mundo que posibilite comprenderlo, mejorarlo, sacar lo mejor de cada uno y lograr una sana convivencia. El cristianismo es la religión que entró en la historia y, apelando a la coherencia, tiene que contribuir en la historia que se forja.
Nuestra sociedad se ha polarizado, la convivencia cotidiana tiene un alto nivel de irritabilidad, el buen humor está ausente, las actividades de fin de año, más la suma de acontecimiento políticos y el temor a no poder volver a la normalidad por la pandemia nos desanima, se diluye toda esperanza y no sabemos qué hacer ni cómo comportarnos. Baste recordar la agresividad en las calles, las reacciones en la conducción, el comportamiento de los peatones, las reacciones en ambientes laborales y, la casi nula tolerancia a las más mínimas frustraciones de la vida diaria. He aquí donde, con humildad, el cristianismo podría ayudar.
En la enseñanza de Jesús, el tema de las dificultades sociales, política, desastres naturales, corrupciones morales, revoluciones y guerras no fue negado y se convirtió en una oportunidad de enseñanza. Estas cosas pasan y pasarán; la actitud ante ellas es, siempre, buscar lo bueno, aquello que trae novedad y renovación, en algún momento, Jesús, lo puso con la imagen de la higuera, “fíjense lo que sucede cuando la higuera tiene brotes y ustedes dicen el verano está cerca”. La enseñanza es: lo que triunfará es el bien, aunque al verlo parezca tan pequeño como un brote nuevo de árboles que terminan su invierno. Con la misma humildad con que se propone este mensaje, esperamos que sea recibido, nos entenderemos mejor y no habrá sorpresas si, en los detalles simples de la convivencia, valoramos lo positivo y buscamos hacer el bien.