Por Luis Flores Quintana, sacerdote diocesano.
Las vacaciones pertenecen a lo que llamamos ocio y descanso, es tiempo de gratuidad. Su primer fruto es que nos renuevan. Es una actividad recreativa en su sentido más verdadero, nos “hacen de nuevo”, somos “re- creados”. La manera de hacerlas, con juegos, salidas, lecturas, deportes, viajes, etc. dependen de cada persona y de su entorno familiar. Sin embargo, las vacaciones suelen traer problemas y tensiones.
Para más de alguien solo pensar en vacaciones es sinónimo de estrés. Ya sea por la preparación, por temas económicos, no lograr los acompañantes deseados o, simplemente, porque no se está convencido de que vale la pena hacerlo. Como el descanso es una dimensión humana, se conecta con todas las otras dimensiones del ser humano. Si se hace, se podrá crecer en sabiduría, demostrar el amor a los seres queridos, cultivar y acrecentar virtudes. Vacacionar es ante todo un tiempo diferente, el lugar ayuda pero no es lo más importante. En esto, también se da la primacía del tiempo sobre el espacio. Importa más el modo y la cantidad de tiempo que, los lugares elegidos o recorridos.
El primer paso es perder el escrúpulo para tomar vacaciones. La sociedad nos ha enseñado, de manera sutil, que solo nos concentremos en nosotros mismos, nos potencia en las iniciativas y emprendimientos individuales, anula las diferencias y nos hace olvidar que existen los demás. Así, estamos convencidos que no hay que perder tiempo, que lo útil es lo productivo y sin pudor algunos se enorgullecen de trabajar hasta en vacaciones. Eso es inhumano y deshumaniza. Por el contrario, es necesario recordar que los “otros” no son una amenaza y que hay gestos valiosos que engrandecen y que no necesitan dinero, no pertenecen a la dinámica de la producción sino a la gratuidad.
Las mejores vacaciones son las que cada uno necesita. No es bueno descansar imitando o comparándose con los demás. Las expectativas tienen que ubicarse en el horizonte de la vida de cada uno, no de las modas ni de lo que hacen otros. De lo contrario, el efecto será quedar cansado y estresado.
Al mismo tiempo, en vacaciones tenemos que tener presente a los demás. Así comienza un buen descanso. Normalmente, se sale y se está en lugares que nos obligan a interactuar con otros. Si pudiéramos tener una consigna en vacaciones que sea la alegría, no dejarse abatir por imprevistos ni ser un problema para los demás. Por lo mismo, y a propósito de la vida cotidiana, el Papa Francisco citó un texto de la Sagrada Escritura que dice, dentro de tus posibilidades: “trátate bien” y “no te prives de pasar un buen día” (EG 4). Con mayor razón esto vale para las vacaciones.