Por Sergio Pérez de Arce para Diario Crónica Chillán.
La fe cristiana llegó a nuestra América con los españoles, quienes eran natural y culturalmente religiosos, con una gran devoción a la Virgen María en sus diversas advocaciones. La advocación de la Virgen del Carmen, cuyo origen remontaba al nacimiento de los Carmelitas en el siglo XIII, se fue extendiendo por Europa y llegó también a nuestras tierras. Pero en Chile no se propagó en sus inicios por la acción de los mismos carmelitas, cuyas primeras monjas se establecieron recién en Santiago en 1690, sino por obra de los agustinos, que la introdujeron a contar de 1595. Poco a poco se fueron formando cofradías, se extendió el uso del escapulario y se establecieron Iglesias dedicadas a esta advocación. La primera imagen de la Carmelita que se veneró en el país fue en el Convento de los Agustinos de Penco, en 1642, permaneciendo hoy en la Iglesia San Agustín de Concepción.
Cuando nació la nueva República, la devoción a la Virgen del Carmen ya tenía un camino avanzado. La división que provocó el movimiento independentista entre realistas y patriotas ayudó a consolidar la preeminencia de la Virgen del Escapulario entre las diversas advocaciones, pues mientras los realistas tendían a ser más devotos de la Virgen del Rosario o de la Merced, entre los patriotas se fue arraigando la Virgen del Carmen. Por eso no es de extrañar que el Ejército Libertador de los Andes, primero, y luego la naciente República, la tuvieran como protectora. El 11 de febrero de 1817, antes de Chacabuco, O´Higgins la proclamó Patrona y Generalísima de las armas de Chile, y antes de la decisiva Batalla de Maipú en 1818, se invocó su protección, con la promesa de erigir una Iglesia en su honor en el lugar en que se obtuviese la victoria. Y aunque esta promesa tuvo una lenta concreción, es el origen del Templo Votivo de Maipú.
Tampoco es de extrañar que uno de los significados que se ha dado a la estrella en nuestra bandera aluda a la Virgen. El actual emblema fue adoptado en octubre de 1817, y su presentación en público se hizo en Concepción el 12 de noviembre, cuando en la Iglesia san Agustín se celebraba a la Virgen del Carmen. La Virgen es la Estrella de la mañana, la más brillante del cielo después del Sol, que es Jesucristo, y está en nuestra bandera como protectora de nuestra patria.
Esta unidad entre devoción a la Virgen y sentimiento patriótico siempre hay que purificarla desde el Evangelio, para no caer en nacionalismos extremos ni en una utilización mágica o autoreferente de la fe. Tampoco cabe, por supuesto, una competencia entre las advocaciones de la Virgen. Pero es evidente el vínculo de la Virgen del Carmen con nuestra historia y nuestra identidad como pueblo. Por eso en este 16 de julio le decimos: “Contigo, Virgen del Carmen, juntos en el camino, tendemos la mano para servir a Chile”.